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"Agudeza visual de alturas y la tía Antonia"

(Los intereses del Alcalde en el Plan General o las Cartas Boca Arriba)

Si observamos las dos primeras fotos de este post y hacemos un ejercicio de agudeza visual, podríamos extraer conclusiones variadas. Sin aplicar el "Ojo Halconero", se trata de una vivienda en la Cañada Zamora, esquina con San Ramón, de edad indeterminada ((muchos más de 100 años) y con falta de adecuar, restaurar o hacer solar, dependiendo el Ojo que la mire.

Si la observamos con "Ojo Cartaginés", veriamos un solar dispuesto para hacerlo dinero o alturas en función de hijos o nietos tengan los propietarios. Es decir, si son 4 hijos, 4 alturas y bajo. Si son 5 herederos, 5 alturas. Y así... Lo contrario, sería robarles en el bolsillo, como algunos acusan al Alcalde.

Si lo veo con mi cansada y torpe vista, observo la foto de forma muy distinta. Yo no me he informado de las alturas que tenía en las Normas Subsidiarias ni las que tiene en el Plan General. Es algo que no me preocupa en exceso. Como diría mi padre, el tío Diego, "Me es indiferente..."

Veo una edificación con una historia que forma parte de mi y de mi familia. Mis noticias más lejanas de esa casa es que era mucho más amplia y en ella vivían, en el siglo XIX o antes, mis bisabuelos, Eusebio y Antonia (la de la foto). Mi bisabuelo, era arriero y tenía una recua par transportar mercancías de un pueblo a otro.

Quizás era de aquellos arrieros que iban a La Unión desde Totana. Aquellos que cantaba Camarón de la isla y en la magistral interpretación de Fracisco Rabal en la película de Buñuel, Belle de jour;

Un lunes por la mañana

Los pícaros tartaneros

Les robaron las manzanas

A los pobres Arrieros que venían de Totana.

Aquellos pícaros tartaneros deberían ser Cartagineses o muy parecidos. El bisabuelo Eusebio, murió joven tras cenar en una de las posadas que jalonaban los trayectos de los Arrieros y sus Recuas. Las versiones de la muerte fueron varias, desde un corte de digestión hasta que en vez de conejo en el guiso habían utilizado carne de gato.

La cuestión es que dejó a la Antonia viuda, con una Prole de 5 hijos (Isidro, Francisco, Francisca, mi abuela Eusebia y la menor, Antonia), en la indigencia más absoluta y sin Recua. Ya se sabe aquello de que "Hasta que no muere el Arriero, no se sabe de quien es la Recua".

Contaba mi abuela una anécdota de aquel trágico pasaje. Estando velando al finado (en esa casa), vinieron a tomar la medida del ataúd porque en esa época lo hacían a medida. Rodeado de sus deudos, el ebanista, que era marido de la Eustasia, preguntó con la cinta en la mano; "¿Y a mi quién me va a pagar mi trabajo en hacer la caja?". "¡Tú haz el trabajo que alguien la pagará...!", atronó dolorida y con dignidad la viuda entre las negras ropas de luto y la gasa del duelo.

La pobre Antonia, se quedó con las deudas, sin nada y los 5 hijos a su cargo. No pasaría de los 30 y por caridad le dejaron esa "chulla" de casa para no echarla a la calle en un desahucio inmisericorde. Se dedicó a vender alfalfa, servir en las casas de señoritos, intentar que sus hijos trabajasen en lo que fuera (incluso recogiendo carajones por las calles) y así sobrevivió, como mucha gente humilde en aquellas años oscuros y tristes.

También había un pozo en el patio del que los vecinos se abastecían de agua antes de tener el agua corriente. La tía Antonia, a pesar de su seriedad, era una persona servicial y buena.

En aquella época, no se pagaban impuestos (Los "Putos Impuestos" que tanto maldicen los del PP y otros) y, por ende, tampoco existían las pensiones de viudedad u orfandad. Ni cobertura social. Como diría el inclinto de don Felix, " ni se les esperaba...". A las pensiones o coberturas sociales, digo. En román paladino; "si no tenías dinero, te morías de asco o boca abajo que era peor"

En las cámaras de esa casa, tuvo la Antonia, escondido a su yerno (mi abuelo) durante la guerra civil porque no quería ir a matar a nadie. Imagino que tampoco a que lo matasen a él y salió al terminar la guerra como si viniese del Frente.

Al morir la tía Antonia, la casa pasó a mi abuela, su hija, que se la cedió a mis padres, recién casados. Muerta la Eusebia, mi madre abonó a sus hermanos y con mucho sacrifico, se quedó con ella. Para ella era básico tener un techo donde vivir y no estar de alquiler de un lado para otro.

Cuando entro a esa casa, todavía recuerdo a mis padres, las fatigas pasadas en la vida. Recuerdo cuando, de pequeño, tenía fiebre y estaba en la cama, venía mi abuelo Juan a verme y estar conmigo un rato. Siempre me traía una media luna que con la fiebre, nunca me apetecía comer.

Recuerdo a mi gata y cuando llovía las horas observando absorto pasar el agua desde la pequeña ventana que se conserva, viendo el agua pasar por la Cañada sin asfaltar. También cuando hicieron las zanjas para poner el desagüe y el agua potable. Era invierno y llovía. También alguna gotera en las cámaras que siempre lamentabas mis padres.

Lo aprendido aquellos años de niño de los vecinos, cuando los barrios no eran "Compactos". El tío Venancio y la María Josefa. La tía Isabel. Sus hijos, la Juana y Francisco el Picapedrero, que tenía una cucala, la "morena", la tía Agustina, el maestro pedregales con su recia voz, en la calle Borlilla.

Cuando subían los hombres con algún vaso (de tinto peleón) de más desde el Depósito que el Cartagenero (Otro Cartaginés) tenía en la Alcantarilla, al final de la Cañada. El tío Jalega, sosteniendo en la bicicleta, con su garbanzos torrados y sus cantes graciosos y llenos de sabiduría popular.

La tienda de la "Quinquillera" o el "Rojo" y la Juana María. La Josefa y sus hermanas, Pilar y María que le traían la leña con el carretón desde la calle Alcantara. La Ñoña y sus hijas, la Dolores y Josefa. Ventura, Ana Rosa y Andrés. O las vecinas que se dedicaban al oficio de Sesar Pollos ("Las Capapollos"), Manuel el Pelegrin y la Rosa y Mucha buena gente que no acierto a recordar.

Cuando miro esas cuatro paredes, veo esa historia de fatigas, sufrimientos e ilusiones para superar las dificultades entre todos. Por eso y muchas cosas más, no me interesa saber de cuantas alturas hablamos y cuanto dinero puede sacarse de algo que no tiene precio para mi porque la vida son cuatro días y lo material se queda, mientras, ilusos de nosotros, nos iremos más pronto que tarde. Al final, ocuparemos muy poco espacio en la tierra.

¿Pienso de forma rara cuando no defiendo la especulación y las alturas en estas zonas? Pues si miro a mi alrededor hoy, no me lo parece. La mayoría de las casas en el Barrio de San José son como esa. Sin ir mas lejos, mi vecino Carlos (Hijo del Alcalde Socialista, Máximo Tudela), pudo hacerse plantas en el solar y se construyó una casa, en planta, como estaba la anterior. Quizás pensó en su calidad de vida y el de su familia por encima del beneficio económico. Además de sentimentalismos, también es una cuestión pragmática o de interés.

Y mucha (muchísima) gente más que están convencidos que la vivienda es un derecho vital y fundamental y no un elemento de especulación o enriquecimiento. Artículo 47 de la Constitución Española.

Durante más de 40 años de vigencia de las NN SS en Totana, la inmensa mayoría de los vecinos de Totana y sus barrios, han despreciado la posibilidad de enriquecerse o masificar más un pueblo con déficit de espacios públicos. Las experiencias de bloques de pisos o alturas, han sido ruinosas y no han facilitado la convivencia.

Pero seguro que lo que yo defiendo es cosa de antiguos sin consultar a "Expertos Consultados". A los que, por cierto, también consulto.

Juan José Cánovas

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